John Cage

Género: Vanguardia, Clásica.
Estilo: Minimalismo, Electrónica Experimental, Composición Moderna, Música De Vanguardia.
Característica: Experimental, Aventurado, Ambicioso, Minimalista.
Talento: Compositor.


John Cage
es uno de los compositores más innovadores y controvertidos del siglo XX, posiblemente el padre de las vanguardias, uno de los que más ha contribuido a expandir los límites de la música y que de manera más constante ha desafiado al oyente. En definitiva, una figura esencial en la evolución de la música culta y que permanece, incluso después de su muerte, como una de las mayores influencias. Una de sus más conocidas aportaciones es el piano preparado (piano con un sonido alterado mediante la colocación de objetos), que fue adoptado por buena parte de los experimentadores durante la segunda mitad del siglo pasado, especialmente por Christian Wolff. Por otra parte, años antes de la invención del sintetizador, ya estaba experimentando con los instrumentos eléctricos y la introducción de sonidos de procedencia eléctrica en sus composiciones, mediante el uso de osciladores, tocadiscos y amplificadores. Siguiendo con sus innovaciones, con su perfil de hombre adelantado a su época, cabe recordar que fue uno de los pioneros de la notación gráfica y de la performance, antes incluso de que se acuñara el término.

Nacido el 5 de Septiembre de 1912, en Los Angeles, California, estudió piano desde la infancia, tuvo una formación clásica (incluyendo lecciones con el compositor Adolph Weiss) que combinó con su propio interés por la música popular. Sus principales mentores fueron Arnold Schoenberg y Henry Cowell, algo que se nota en sus primeras composiciones de las décadas de los 30 y 40. No obstante, sus primeras innovaciones estéticas se desarrollaron como consecuencia de su estudio de filosofías como el Budismo Zen. Su aplicación musical consistió en determinar las decisiones basándose en el uso del I Ching, un libro chino de los cambios. De este modo, en lugar de seguir las estructuras musicales tradicionales, con reglas específicas sobre cómo debe evolucionar una pieza musical (en función de la forma elegida: suite, sonata, variación…), Cage propone el siguiente procedimiento: “crear composiciones musicales cuya continuidad sea libre de los gustos personales y de la memoria (psicología) y también de la literatura y la tradición del arte”. Llegados a este punto, ya podemos reseñar la primera gran influencia en la obra de Morton Feldman, puesto que uno de sus principales objetivos era crear una música en la que no interviniese la mano de un compositor culturalmente condicionado, sino que pareciese anónima, fruto del azar. Esto está claramente conectado con la declaración de intenciones de Cage anteriormente citada.

Volviendo a Cage, uno de los primeros y más memorables ejemplos de esta nueva teoría es su conocido Imaginary landscape no. 4, de 1951, una pieza de poco más de cinco minutos para 24 personas y doce radios (cada una manipulada por dos personas), que da órdenes sobre cómo debe manipularse el volumen y el dial de estas, de modo que el resultado depende del lugar y el momento en el que sea interpretada. Además, el compositor insiste en que sean frecuencias de AM, para enfatizar la variable local de este experimento. Las componentes geográficas y temporales son, por tanto, las que determinan la sonoridad.

De 1952 data la que muy posiblemente sea su aportación más recordada a la música, la pieza 04:33, que consiste en pedir a los músicos que permanezcan en silencio durante exactamente ese tiempo. Evidentemente, es una de las obras más desafiantes de cara al espectador, dado que por mucho que sepa que el silencio forma parte de la música, no siempre acepta fácilmente este tipo de experimentos. Durante los 60 siguió innovando con obras como Musicircus y HPSCDH (en la que mezcla la música de Mozart, Beethoven y Chopin con la tecnología del ordenador), ambas de 1967, Child of tree (1975), Inlets (1977) y, finalmente, Il treno (1978).

Naturalmente, tratándose de una figura tan experimental, al margen de cualquier tradición, ajena a la moda y a todo atisbo de comercialidad, no era precisamente un artista cuyas obras llenaran las estanterías de novedades de las tienda. No obstante, con el paso del tiempo, gracias a la justicia que este ejerce sobre la buena música, su obra ha sido constantemente reivindicada y apreciada, de modo que, ya en los años finales de su vida, recibió el reconocimiento que se merecía. Su aportación a la música, de todas formas, es incalculable.

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