
Cuando comencé la carrera de Arquitectura no tenía muy claro por qué quería hacerla. A medida que iban pasando los años y los cursos, seguía sin poder responderme a ¿por qué estoy haciendo Arquitectura? En las clases tenías que dibujar el entorno con carboncillo, saber cuánta armadura debe de llevar una losa de cimentación, adorar a Le Corbusier sobre todas las cosas, dibujar la intersección entre una esfera y un cono… Entre construcciones, proyectos y asignaturas varias, me preguntaba ¿no me estaré equivocando?
Un día, una clase comienza a cambiar tu vida, arquitectónicamente hablando. La puerta comienza a metaformosearse: ya no tiene por qué medir 0,72 x 2,1 m, si no que puede medir 5 x 3 m y abrirse lo justo para que pase una persona. El alféizar de una ventana primero se convierte en la extensión de una mesa de trabajo; meses después se convierte en un dormitorio, una cocina o un salón. El curso de Proyectos había comenzado esta mutación.
En plena época de cambios arquitectónicos, el día 6 de mayo de 2008 salía de la librería con Atmósferas en mi mano. No sabía de qué trataba el libro pero el sugerente título y la cuidada edición sólo podían encerrar una delicia en su interior. Tras llegar a casa, abrí el libro y comencé a leerlo. Si algo tiene de positivo publicar una conferencia, es el lenguaje sencillo y cercano en el que se expresa el conferenciante. A medida que avanzaba la lectura del relato, me teletransporté al palacio renacentista de Wendlinghausen (Alemania) donde Peter Zumthor estaba ofreciendo su discurso, allá por junio de 2003. Zumthor me hablaba sobre la consonancia de los materiales, el sonido del espacio, la temperatura del espacio, la tensión entre interior y exterior, los grados de intimidad, la luz de las cosas…
Tras leer “Gracias por haberme escuchado.”, mi sensibilidad estaba a flor de piel y no pude reprimir unas lágrimas al cerrar el libro. Todos estos motivos eran por los que yo había decidido estudiar Arquitectura: quiero construir lugares en los que la gente viva bien y disfrute de su casa o de su lugar de trabajo, crear lugares en los que la arquitectura se disfrute como un hecho sensorial, sensitivo… La arquitectura de Peter Zumthor emociona, la puedes percibir, la puedes sentir. En esta ocasión, soy yo la que quiero darle las gracias a él por haber escrito un discurso cargado de emoción y sensibilidad.
Si la Arquitectura se diferencia de otros artes es por la capacidad que tiene para convertirse en un acto sensorial. La Arquitectura no sólo se contempla desde el exterior, ni se reduce a su construcción formal. Este libro es la entrada a la Arquitectura, es la conexión entre el exterior y el interior de un edificio. Invita a recorrerlo por dentro, a experimentar con la luz, con el sonido, con los olores, con el tacto de sus materiales. La arquitectura no se ve desde el segundo piso de un autobús turístico. La arquitectura se vive, se toca, se siente, se nota