1970: Bitches Brew - Miles Davis

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DiscográficaColumbia RecordsSony Music, CBS Records, Music On Vinyl.
Edición: 1970.
PaísEstados Unidos.
TipoDisco De Estudio.
GéneroJazz.
Estilo: Jazz-Rock, Fusión.
Característica: Innovador, Aventurado, Ambicioso, Enérgico, Agresivo, Etéreo, Hipnótico, Visceral, Nocturno, Imaginativo.

Tras la del cool jazz y la del jazz modal, con Bitches Brew se inició la tercera revolución de Miles Davis: el jazz-rock. Pero no se puede hablar de esta genialidad limitándose a la escena jazz, porque su influencia se extendió al mundo del rock y el funk, además de ser el punto de partida para el movimiento jazzístico más importante e innovador de finales de los 70 y principios de los 80, que es la ya mencionada fusión (con Herbie Hancock y Chick Corea a la cabeza, este último, justamente, presente aquí).

Este es el álbum más rompedor de una carrera discográfica que se caracteriza precisamente por estar en continua evolución. Si incluso hoy, más de tres décadas después de su edición, sigue sonando como si fuera música llegada de otro planeta, que no se parece a nada anterior, podemos imaginar lo impactante que resultó en el momento de su salida. Así se explica que muchos seguidores del trompetista y un amplio sector de la crítica rechazara Bitches Brew al no considerarlo jazz. Ahora tales afirmaciones nos parecen tan ridículas como aquellas que aseguraban que viajar en tren (cuando iba a 20 por hora) podía dañar los ojos al ver pasar el paisaje tan rápido. La historia ha hecho justicia y nadie duda ya de que estamos ante una obra de jazz. Una obra, eso sí, muy peculiar.

Davis, siguiendo su costumbre, llamó a varios músicos para una grabación (avisándoles con sólo unos pocos días de antelación), sin tiempo para ensayar y dándoles únicamente ciertas indicaciones (acordes, tempo, tono…). Pretendía así crear una música que surgiera de la improvisación, que los músicos se escucharan unos a otros y estuviesen siempre atentos a sus sorpresivos cambios de ritmo o tonalidad.

Los temas son composiciones de Davis, salvo Pharaoh’ dance (Joe Zawinul) y Sanctuary (Wayne Shorter), claro que, sean o no temas propios, es el trompetista el que deja su impronta en la sonoridad final, el que impone su personalidad: cuenta la leyenda que en ciertos pasajes se le escucha dando instrucciones y marcando las entradas de los solos y los cambios de ritmo (yo, por mucho que me fije, no consigo escuchar nada). De hecho, es este último componente el más innovador en Bitches Brew, el que más se aleja de los cánones jazzísticos.

Aquí no hay rastro de swing, pero sí elementos extraídos del funk y del rock, una libertad rítmica sin precedentes, con continuos rubatos (término con el que los compositores de música clásica indicaban al músico que podía interpretar un fragmento a la velocidad que quisiese y que aquí puede emplearse para describir la elasticidad temporal que predomina en todos los temas). Quizá por eso la música que escuchamos fue tan polémica, por su aparente falta de conexión con las estructuras rítmicas del jazz (que nadie espere encontrar aquí el clásico contrabajo caminante).

Aunque años antes, en el Reino Unido, ya se habían grabado algunos experimentos no muy destacables, con Bitches Brew nació el jazz-rock, un estilo que revolucionó ambos géneros, pero sobre todo el jazz, porque introdujo los instrumentos electrónicos (tradicionalmente asociados al rock), de modo que buena parte de los grandes jazzmen se decantaron por las versiones electrónicas de sus instrumentos. El piano eléctrico, las guitarras y bajos eléctricos… se incorporaron a los conjuntos más importantes, creando así el jazz eléctrico, que por primera vez podía rivalizar en decibelios con las bandas de rock.

El jazz-rock, no obstante, no duró muchos años como corriente principal del jazz: pronto los mismos músicos que habían abrazado, entusiastas, los instrumentos eléctricos, volvieron a los acústicos de siempre. Por eso las dos cumbres del estilo siguen siendo Bitches Brew y el álbum inmediatamente posterior de Davis, In A Silent Way.

Pero no acaban ahí las aportaciones de este disco a la historia de la música, porque supuso también la primera utilización creativa de las posibilidades del estudio en la post-producción del álbum. Si el estudio de grabación pasó a considerarse un instrumento más, fue a partir del excelente y experimental trabajo que realizó el productor Teo Macero. Posiblemente siguiendo las indicaciones de Davis, el legendario productor, cuya intervención fue más determinante para el resultado final de lo que se podría pensar, introdujo todo tipo de efectos, como ecos, reverberaciones, repeticiones, retrasos, cortes de breve duración insertados en diferentes puntos del tema… De este modo, las piezas adquirieron una sonoridad notablemente distinta de la de las grabaciones originales.

Con razón afirmó Duke Ellington que Miles Davis era el Picasso del jazz. Bitches Brew sería El Guernica.

Formación:
Miles Davis: Trompeta.
Wayne Shorter: Saxofón soprano.
Bennie Maupin: Clarinete bajo.
Joe Zawinul: Piano eléctrico.
Larry Young: Piano eléctrico.
Chick Corea: Piano eléctrico.
Herbie Hancock: Piano eléctrico.
John McLaughlin: Guitarra.
Dave Holland: Bajo
Harvey Brooks: Bajo eléctrico.
Lenny White: Batería.
Jack DeJohnette: Batería.
Don Alias: Batería, Congas.
Juma Santos: Congas, Shaker.

Temas:

1. Pharaoh’ dance. 20:06
2. Bitches brew. 26:59
3. Spanish key. 17:34
4. John McLaughlin. 4:25
5. Miles runs the voodoo down. 14:03
6. Sanctuary. 11:00
7. Feio- 11:49

Duración: 1:46:00

Reseña Panorama
Puntuación
10
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